Ana Iris Simón, autora de Feria, uno de los libros del año: "Miramos con mucha condescendencia a las generaciones anteriores, cuestionamos sus logros"

Ana Iris Simon
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Uno de los libros de los que más se oye hablar este 2021 no es una novela. Se titula Feria y es la apuesta de una pequeña editorial, Círculo de Tiza, que ha tenido muy buen ojo. Lo ha escrito esta joven autora, Ana Iris Simón (1991), y merece mucho nuestra atención y nuestro tiempo.

Ana Iris relata a trompicones su infancia, sus relaciones y sus reflexiones en el seno de una familia humilde (sus abuelos eran feriantes) y con ideología de izquierdas. Sin embargo, sus conclusiones se han recibido con consenso desde todos los puntos de vista.

La lucidez de su mirada sobre lo que somos y vivimos hoy es extraordinaria. Merece la pena llenar su pequeño (por tamaño) libro, de post-it y subrayarlo. Y meditar. En las páginas de Feria hay algunos pensamientos que describen cosas que muchos sentimos, pero no sabemos expresar con palabras. En el momento que son leídas, se convierten en verdad delante de nuestros ojos. La lectura de Feria es un auténtico disfrute. Charlamos con su autora.

He subrayado muchas cosas de Feria, y no creas que suelo hacerlo.

Me hace mucha ilusión ver lo que subraya la gente. Siempre. De todos los libros. Porque yo subrayo mucho y dejo muchos libros y me gusta que la gente los subraye también. Y si ya me hace ilusión en los libros de otros,  imagínate el mío. Hay una frase muy bonita de Cortázar, creo, y es que cuando uno subraya un libro, se subraya a sí mismo. Y es verdad.

Me gustaría es que describieras tu libro, porque es una buena mezcla.

Creo que un trabajo que no hemos hecho es especificar que no era una novela. Porque todo el mundo asume que es una novela. Pienso que son crónicas costumbristas. En realidad, es periodismo porque yo lo único que hago es contar a modo de observadora, muchas veces de mí misma, de mi yo niña. Y ni siquiera tiene una cronología. También por eso me sorprendió mucho que a la gente le gustase, porque ni es una novela, ni hay una trama de relación con los personajes. Solo son cosas que me intrigaban a mí, me obsesionaban. Es mi manera de ver el mundo a través de la cotidianeidad, de la gente con la que me relaciono, de mi familia.

Es todo verdad, ¿entonces?

Es verdad todo, o mejor dicho: es todo lo verdad que puede ser algo registrado por mi memoria. Lo que ocurrió realmente no lo sé, y más cuando estoy hablando de cosas que sucedieron cuando yo tenía ocho años. Es lo que yo recuerdo. De hecho, hablo de mi primo y cuando él lo lea de mayor pensará “pues yo no lo viví así”.

¿Crees que has escrito un libro políticamente incorrecto?

¿Qué es la corrección política? Yo tenía miedo, tenía bastante miedo y se lo decía a Eva, la editora, que es maravillosa y que siempre me animaba al contrario: “a quién le pique, que se rasque”, me decía.  Tenía miedo: más que a exponerme a mí y mis pensamientos y muchas reflexiones que hay atropelladas, temía que sacaran alguna frase de mi padre o de mi abuelo fuera de contexto. Cuando dice mi abuelo, por ejemplo, que "no es lo mismo que nazcan niños de su familia que de otras o que de inmigrantes". Me daba mucho miedo a que hicieran una captura y lo sacasen en Twitter, pero no ha ocurrido. Así que realmente que no es tan políticamente incorrecto.  Lo que sucede es que la opinión pública y la publicada nunca han estado tan lejos. Sobre aquello que los periodistas escribimos nunca ha estado tan alejado de lo que la gente piensa en realidad, vive y habla en sus círculos. Yo he trabajado en una revista como Telva y en otra como Playground que son la antítesis. Pero hay un consenso, por el cual no se habla muchas veces y en los generalistas tampoco, de lo que la gente piensa.

Al final, he tenido las narices de robarle a la gente trocitos de nuestras conversaciones, de pensamientos y he sacado los míos. Y no es lo habitual, sobre todo en el periodismo. En ese sentido sí, pero no creo que sea políticamente incorrecto para ninguno de mis amigos, nadie de mi familia y ninguna persona que no esté metida en el mundo publicitario, mediático y en el rollito de escritores.

Precisamente en Twitter es dónde más puede "picar"...

Sí, puede ser incorrecto para Twitter, algunas de las cosas de las que hablo del feminismo, sobre la sexualización de la mujer, pero no para la calle. Solo se trata de un pequeño grupo de la población, pero que es aquel que copa mediáticamente. Sí que he recibido tweets de “esta señora que no nos quiera hacer vender por revolucionarios...”. En uno, muy graciosa, respondió mi madre hablando de como los valores familiares eran patrimonio de la derecha... Pero yo me esperaba que tuviese mucho menos seguimiento el libro, pero me criticasen mucho más, y no ha sido así. Que yo sepa.

¿Enseñaste el libro a tu familia antes de publicar?

Lo que más ilusión me hacía y a la vez más presión me generaba era que lo leyesen ellos. No porque les fuese a ofender, pero les exponía todo el rato estas dudas a mi hermano y a mi padre. Y se lo quería mandar a ambos y ninguno de los dos me dejaba. Me decían: "Ana Iris, cuando haces las cosas desde el amor, desde la verdad no te preocupes, porque no estás contando trapos sucios".

El otro día leí que era muy duro escribir sobre la familia, que hace falta incluso que se hubiese muerto gente. Para mí no lo es, he tenido mucha suerte. Así que tenía ganas de que lo leyesen, pero a la vez había esa brecha entre la memoria, entre lo que realmente ocurrió para cada uno de ellos. Por ejemplo: el entierro de mi abuela. Tengo dieciocho primos, para cada uno de ellos significaría una cosa. Que al final es mentira, porque al final somos mucho más parecidos de lo que pensamos, y sobre todo ahora que nos decimos “uy cuanto que he vivido” y nos creemos super especiales y que nuestros sentimientos son únicos, pero no.

¿Entonces ha gustado a los tuyos, no ha habido reproches?

Sí, ha gustado a todos. Es verdad que he recibido matices de “pues este día estaba también no sé quién y no los has puesto.” Se lo mandé a mi prima Marta, una de las primas por parte de mi padre y a mi tía Arantxa, que es por parte de mi madre porque sí que quería que lo leyesen las dos. Y mi prima Marta me dijo “es el libro que le voy a leer a Amelia, que era una prima mía que estaba a punto de nacer cuando sea mayor porque habla de cosas que ella no va a vivir y de otras que sí que va a tener la suerte de vivir.”

Ana Iris

Yo veo Feria como un homenaje a tu familia.

Mi abuelo por ejemplo no se explica mucho el éxito (yo tampoco realmente), pero ellos menos todavía porque no están en Twitter, no comprenden que eso que cuento sea chocante para la mayoría de la gente. Cuando le digo “mira abuelo, que ahora va a salir la cuarta edición.” Mi abuelo dice “esto que has contado no es nada, son mis historias.”

En el primer capítulo hablabas de lo que envidiabas de tus padres: tener hijos, una vida tranquila, un trabajo fijo con un sueldo... Pero hay otra parte en la que quizá ellos te digan lo que envidian de ti ¿o ellos no envidian nada?

Totalmente. Yo tengo debates con mi padre todo el rato, y ahora que no vivimos juntos los seguimos teniendo por WhatsApp y me dice “eres una cansina.” Pero él es el que los arranca, por eso ya lo había hablado cien mil veces con mis padres, sobre todo con mi padre, y ellos claro también, sobre todo él, me cuestionan. Me dice que él con ocho años estaba trabajando. Y yo ahí me tengo que callar la boca. O que nació en una dictadura y compartió habitación con un montón de hermanos en una casa sin letrina. Obviamente es verdad y yo esa parte la tengo que reconocer. Por eso cuando impugno el progreso a brocha gorda, mi padre se enfada mucho, y con toda la razón. Porque en parte, es cuestionar los logros de su generación y de todas las anteriores. Pero en ningún caso creo que queramos hacer eso, muchas veces todo lo contrario. Se trata de valorar todo lo que esas generaciones hicieron. Pero, es innegable que las condiciones materiales en las que hemos crecido son infinitamente mejores que las suyas, aunque en el horizonte este en la precariedad. No hablemos ya de nuestros abuelos que vivieron una Guerra Civil. Mi abuelo ha pasado hambre, yo nunca jamás he pasado hambre.

También es una paradoja porque ¿Cuántas abuelas y cuántas madres  nos dicen esto de “tu trabaja, alarga esto de tener hijos hasta el infinito"? Al final las generaciones son pendulares y  aquello que te ha hecho daño a ti o que te ha ido peor o a lo que atribuyes muchas veces tu malestar (porque muchas veces ni si quiera eso es fuente de tu malestar), es normal que no lo quieras para tus hijos.

La historia se repite...

Lo que me parece muchas veces ridículo es que mi generación crea que lo estamos haciendo todo bien y que piense que la siguiente generación no nos va a impugnar nada. Y que tenga la sensación de que ya hemos llegado a lo máximo a lo que podíamos aspirar y que estamos viviendo correctamente. Igual que nosotros impugnamos a nuestros padres muchas cosas, vendrá otra generación a echarnos en cara nuestros errores.

¿Piensas que tu generación se ve muy superior y muy perfecta?

Creo que miramos con mucha condescendencia a las generaciones anteriores. Yo soy mujer y veo la realidad como mujer, y tengo esa sensación con nuestras abuelas y nuestras madres que muchas veces las miramos y nos decimos: “pobrecitas mujeres alienadas, que no sabían lo que era el mundo, no sabían que estaban oprimidas por el patriarcado y no tuvieron la oportunidad de pensar más allá.” Y seguramente sí la tuvieron, seguramente había muchas cosas que las condicionaban, exactamente igual que a nosotras que no podemos elegir ahora cuidar de nuestros hijos y tenemos que depositarlos en una guardería. Y cuanto más atrás miramos, con más condescendencia lo hacemos.

Hace mucho que no leía un libro tan libre. ¿ A qué se debe que puedas deshacerte de la convicciones, de las convenciones, del pensamiento único?

A todos nos sale solo, pero muchas veces hay cosas que no nos atrevemos a decirnos ni a nosotros mismos. En ese sentido, tengo la suerte de pensar muchas cosas con mi padre, y por la ideología de mi padre y por los debates que ya a los que me incitaba él de pequeña. Y también tengo la suerte de tener una gran amiga desde la infancia. Hemos crecido juntas y no sé si lo hemos hecho porque somos iguales o si somos iguales porque hemos crecido juntas, pero precisamente puedo ser mas sincera que conmigo misma. Pero yo creo que a todos nos sale, lo que pasa es que vivimos cada vez con mas corsés, creyéndonos más libres. Es paradójico.

De hecho, lo que he escrito en Feria, no lo he escrito en los medios en los que he estado anteriormente. En parte porque no podía y en parte porque no quería: me era incómodo decir “pues mira, en realidad yo pienso esto”. Y eso que también he tenido una suerte tremenda con mis compañeros y con mis editores. Pero creo que en realidad todos vemos con menos complejo de lo que realmente luego expresamos la realidad. Y es terrible, porque pensamos con condicionamientos.

¿Vas a seguir siendo así de valiente?

Sí, si es que es mi manera de mirar la realidad. Si miras mi Twitter, jamás me meto en ningún berenjenal porque es que me parece completamente vacío y no me interesa, no soy una polemista tampoco y de hecho no creo que mi libro sea polémico, al contrario, creo que ha generado un consenso en el que le gusta a gente de ideologías muy diferentes pero precisamente porque no me gusta polemizar, ni buscar la cara B, lo que nadie dice.

Simplemente lo que yo digo es lo que todo el mundo dice más allá de Twitter. Yo lo replico, lo robo a mi familia o a mis amigos... Si es que no considero que haya sido valiente, en la medida en la que muchos de los planteamientos y de los pensamientos eran eso, joe, conversaciones con mis amigas, con mi padre, con mi hermano. La valentía es la de la realidad misma, que se impone. Decía Víctor Lenore hace poco que el nuevo eje en la cultura iba a ser el elitismo y antielitismo y yo creo que lo que hago yo tiene que ver con el antielitismo: Todo lo que no está ni en la academia, ni en los medios en general, ni en Twitter... No lo llamaría valentía.

¿Autenticidad?

No creo que no sean auténticos los académicos que teorizan, ni los periodistas. Lo que pasa es que tenemos una dictadura muy fuerte que se llama Internet y cada vez lo llenamos más de mierda porque nuestros trabajos se basan en eso y los twitteros lo mismo. Su crédito social, y muchas veces económico, se basa en meterse en cada charco que pillan. Sin que muchas veces les interese seguramente. Existe un clima ficticio de opinólogos y muchas veces nos olvidamos de que están ahí porque tienen que ganar dinero y porque tienen que comer todos los días.

Hablas del eje elitismo antielitismo: ¿qué opinas de que el programa más visto de la tele sea La Isla de las Tentaciones?

Pienso que muchas veces el discurso elitista se disfraza de antielitista. Ahora tenemos a un montón de gente súper moderna que ayer estaba criticando las cincuentonas que veían Sálvame diciendo que eso era un horror y mirando con condescendencia y juzgando a nuestras madres, a nuestras abuelas y diciendo que eso era de paletos, que eso era la España de la casta.

De marujas.

De marujas, eso es, de marujas tío. Y ahora están ellos mismos viendo Sálvame y comentándolo. Creo que tiene que ver con una intención de quitarse los prejuicios de manera estética, también lo digo en el libro, “yo veo la Isla de las Tentaciones porque ahora toda esta cultura pop es como que me quito mi elitismo.” Me parece terrible, sobre todo esa élite consumiendo productos culturales que ellos asocian al pueblo y a los que muchas veces han reducido solo como herramienta estética para molar.

¿Cuál crees que es la verdadera crisis que vivimos más allá de la pandemia? ¿España va bien?

La mayor crisis que creo que hay es económica. Hay más de cinco millones de personas en España que viven con menos de cuatrocientos cincuenta euros al mes. Obviamente la crisis que ahora mismo debería premiar, y de la que todos deberíamos estar hablando y estamos hablando muy poco, sumergidos en debatir la Isla de las Tentaciones si es elitista o antielitista en debatir sobre los queers y todos estos rollos, y también hay una crisis de valores y moral. Precisamente no estamos debatiendo sobre la crisis económica por esta crisis de valores.

A mi me molestaba mucho cuando mi madre me decía eso. Yo era una jovencita ilusionada con el 15 M cuando ella me advertía: "no solo hay un problema económico, es de valores".  Y yo le decía “si hombre, porque tu lo que estas haciendo es ser condescendiente con un sistema” y obviamente es un sistema económico de mierda, que nos oprime, que nos empuja a la más absoluta precariedad pero no es solo eso, también somos nosotros, nuestros valores, y tenemos parte de culpa.

Ana Iris

Justo en tu libro hablas de valores: la familia, el país, las ideas. ¿qué solución le ves a esta crisis de valores? ¿crees que existe una solución? ¿Necesitamos intelectuales, novelas como la tuya, como la Generación del 98?

Ojalá, mira cuando me dicen eso me da un orgullo.

¿Te lo han dicho más, no?

Me lo han dicho en alguna ocasión, sí. Me gusta mucho porque creo que no nos acordamos nunca de ellos, que no nos acordamos de Giner de los Ríos, que no nos acordamos de Concha Espina, de Valle-Inclán. Y joder es que damos un montón la turra, con toda la razón porque son maravillosos, con la Generación del 27, pero a estos los tenemos olvidadísimos.

Pero la verdad es que no sé cuál es la solución porque se dice que en las mayores crisis es cuando sale a relucir lo mejor del pensamiento, de la literatura, cuando nos apegamos más a lo más primario y a lo más necesario. Y creo que ha ocurrido, pero no creo que salgamos mejores, y se nos olvida constantemente. No sé qué puede ocurrir. Con la pandemia todos nos hemos dado cuenta de que la familia era importante, de que la echábamos de menos, de que a lo mejor no era tan buena idea irnos a vivir lejos. Pero ¿se va a producir algún cambio en ese sentido? No lo sé. Creo que tenemos una memoria corta y que vamos a volver. No tengo ni idea, ojalá tuviese la respuesta.

¿Y crees que uno de los problemas que puede tener la sociedad es que es muy frívola?

Sí: creo que estamos constantemente abocados y empujados al consumo masivo de cualquier cosa, de ficciones, de literatura, de personas incluso. No solo existen los medios para hacerlo, porque es obvio que existen, todos tenemos Netflix, podemos tener Tinder. El otro día pensaba “joder, mis padres con mi edad se relacionarían con muchísima menos gente que yo, porque yo tengo Instagram, tengo Twitter”, ellos solo su círculo de amistades. También en ese sentido consumimos masivamente personas, opiniones. Y creo que una de las cosas que nos caracteriza como generación. Y no solo como generación porque no somos solo los millennials: mi primo de siete años es que ya va a crecer con esto: el consumo masivo y en serie. Sin profundizar y casi con el imperativo de elegir muchas cosas y sin fijarnos en ellas.

En ese sentido, probablemente seamos más, no sé si frívolos, pero sí consumidores compulsivos de todo, y eso incluye a las personas y ¡ostras¡: es muy loco. Y creo que también hay entre nosotros, se está estableciendo un consenso. Un pensamiento de que todos igual, de que todo es selectivo. Es igual de legítimo dedicar tu vida a consumir compulsivamente Netflix que a cuidar hijos, y yo no creo que sea así. Por supuesto, son igual de legítimas, no te hacen ni mejor ni peor persona dedicar tu juventud desde los treinta hasta los cuarenta años a irte de festivales, a drogarte y a quedar con gente por Tinder, pero no es lo mismo. Ese igualitarismo no es realista y  somos víctimas de esto, de haber puesto todo al mismo nivel. Que todas las elecciones son igual de legítimas por supuesto, son legítimas, pero no todas las elecciones son igual de positivas y ni siquiera son igual de útiles socialmente. Pensemos en una tribu, en una manada de animales, no sé si sería más útil el que está teniendo hijos cuidando a la tribu, que el que está por ahí de picos pardos. Reduciéndolo todo a eso, se ve muy claro que muchas veces nos olvidamos de lo que somos.

Y respecto al feminismo, ¿parece que hay mucho jaleo, no?

Yo creo que como en cualquier movimiento que se convierte en hegemónico, y lo ha sido (tenemos ahora un ministerio de igualdad que han rescatado). Aunque veía las encuestas del CIS y muy poco porcentaje de la población se declara feminista, pero yo muchas veces no me atrevo a hablar de ello cuando me preguntan porque ni siquiera dentro del feminismo hay un consenso respecto a lo que es o a lo que piensa. No hay unidad respecto a un montón de temas; el trabajo sexual, la cuestión trans... Entonces yo ni siquiera me atrevo, no formo parte de ello, nunca he militado en ninguna asociación. Y sí que considero peligrosos algunos de los preceptos más mainstream o más hegemónicos. Sobre todo en los chavales: el hecho de que la sexualización sea empoderante cuando antes de ayer nos estábamos quejando de que redujesen a ser entes sexualizados, aparte de no entenderlo, porque no lo entiendo porque es “no, cuando tú lo haces por libre elección.” ¿Qué es una libre elección en cuanto hay un individuo a tu lado? Sí que veo muchas cosas, pero desde la cotidianidad, desde la tontería de estar mirando Instagram y decir “joder, que peligro.” Por eso, lo que viene ahora, y lo que ya ha venido ojo, es la respuesta, el cuestionamiento de todo esto.

Hasta ahora, nunca había visto tantos directos y debates en Twitter sobre la violencia de género como ahora, ¿por qué? Porque cuando algo se convierte en institucional y se institucionaliza aparecen voces disidentes y es normal. Me parece que con lo que el movimiento feminista va a tener que lidiar ahora es con eso. Es obvio que se han conseguido un montón de conquistas necesarias, pero la igualdad jurídica a día de hoy es total y absoluta y yo no sé qué recorrido más puede tener. Igualmente hay que invertir recursos en las violencias machistas, en las agresiones sexuales. Mis amigas, somos cinco y a dos las han agredido sexualmente y parece que eso no está en la agenda, desde hace un tiempo. Joe, parece que estamos teniendo otro debate o que la parte con la que nos quedamos nosotras mismas del feminismo y por lo tanto los demás es la más fácilmente ridiculizable “a mí me ponen el refresco y a mi novio la cerveza.”

¿Frivolidad de nuevo?

Claro: nos distraen de lo realmente importante se hace un aprovechamiento desde las instituciones. Se habla de Kamala Harris, la primera vicepresidenta negra, racializada, un logro. Bueno ya, pero es que Kamala Harris estaba hablando de la alianza con Israel, es que ya sabemos todo lo que hace y es mujer de un gran sionista. Muchas veces se utiliza y nosotros nos tragamos el cuento.

¿Tú crees que eres un poco viejoven?

Sí, muchísimo. Muchísimo. Estaba hace poco hablando con mi abuelo, porque hablo un montón con él y me sorprendía a mí misma diciendo “es que no me entiendo con nadie ahora mismo en el mundo como con mi abuelo.” Y me parece que las cosas que dice él son las más coherentes. Lo típico que estás con él viendo la tele y estas comentando y él opina. Me pare todo bien: yo pondría a mi abuelo en el Congreso, le llevaría a ser diputado. Sí que lo soy, pero creo que también cuando me dicen “tienes mucha madurez para la edad que tienes”, es porque se nos infantiliza mucho. Tengo casi treinta años. Y como ahora somos jóvenes eternamente, tanto en nuestros discursos, como en nuestras vivencias, como en nuestra estética incluso. Pues parece que yo soy más pequeña de lo que soy.

Pensaba también con el tema de los youtubers: yo que veo el tour de la casa  de Ibai Llanos y es que parece la habitación de mi primo de ocho años. Con los neones, con las cajas tiradas, desordenado. Vamos a ver señor que tiene usted ya una edad. O ahora veía al Sr. Cheeto  haciendo un directo y teniendo unos debates que los podía tener en el patio en la ESO. Estamos muy infantilizados. Pero aun así soy una viejoven.

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Los adultos estamos infantilizados y los niños, adultizados ¿no?

Exacto. Yo, muchas veces flipo con las paradojas que se dan constantemente. Porque tenemos a los niños más adultos que nunca y a los adultos más niños que nunca y conviven estas dos realidades. Supongo que los antropólogos y los sociólogos sabrán explicarlo, pero me parece loquísimo. Mi primo de trece años, que el otro día se hizo Instagram y viste igual que los youtubers de treinta. Ese es el punto en el que convergen los niños de trece y los youtubers de treinta. Ahí hay un túnel en el que parece que no pasa el tiempo y yo no me lo explico.

O esa paradoja de que nos pensamos más diferentes y somos todos cada vez más iguales, o sea nunca han sido tan iguales Madrid, Londres y Singapur y sin embargo nos pensamos que somos super diferentes al que está a lado. Son este tipo de paradojas que a mí me resultan inexplicables muchas veces.

Siento que tu libro está lleno  de algo que tal vez necesitamos más: la conversación. ¿Crees que la gente sabe conversar?

Sí, la gente sí sabe, los que no sabemos conversar somos los medios y Twitter... Mira yo lo veo mucho con el Congreso, con la alerta antifascista, la dictadura social comunista. Mi padre, que es cartero, habla con mucha más cordialidad siendo comunista con gente que vota a VOX que como hablan nuestros representantes políticos o como hablan nuestros opinólogos en Twitter. Creo que la gente precisamente es la que sí que sabe conversar, los que no sabemos conversar somos los que estamos en el debate, la gente conversa con muchos menos prejuicios, de manera mucho más clara y sin dar tanta vuelta. Obviamente no tienen intereses económicos o políticos detrás.

Bueno y son personas a las que conoces, aprecias... No son entes que desaparecen.

Exacto, no son avatares, no son bolas en una red social. Son personas.

¿Crees que necesitamos más intelectuales para salir de esta?

Más intelectuales, no. No, por favor. Más gente normal. Eso es lo que necesitamos.

Fostos: Guillermo García y álbum personal de Ana Iris Simón.

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