Llevo más de un año escribiendo sobre productividad. He probado decenas de trucos. Unos que amo como la regla de los dos minutos. Otros que no terminan de convencerme por mucha fama que tengan como la técnica Pomodoro. En muchos de ellos, es necesario llevar un control del tiempo en el que trabajamos para conseguir ser más eficientes.
Si hacemos caso a muchas herramientas de gestión de tiempo, veremos que por ejemplo el timeboxing, clasifica las diferentes tareas en bloques de tiempo para facilitar que nos organicemos y que la ley de Parkinson no nos perjudique. Pero es necesario que nos marquemos esos tiempos para evitar caer por ejemplo, en un deep work tan profundo que nos deje 4 horas sentadas en la silla. Por eso decidí probar con un truco y hacer que sonara cada hora como si fueran las campanas de la iglesia .
Programar el ordenador, el móvil o el reloj para que me avise de cada hora que pasa
El truco de las horas es en realidad un temporizador. O bien bien un planificador horario pero que en mi caso no va por escrito sino que es sonoro y lo tengo en el reloj. Lo que hago con él, es marcar cada hora para que me avise y conseguir así ser más consciente del tiempo empleado.
Se puede hacer en el Mac, desde las preferencias del sistema, reloj y marcando anunciar la hora. La voz te avisa de que son en punto, pero en mi caso he preferido que me avise el reloj porque así soy consciente de la hora hasta cuando no estoy sentada delante del ordenador.
Por ejemplo, si he decidido saltarme mi norma de “en la jornada de trabajo solo trabajar“ y me he puesto una lavadora. Si el reloj me avisa me doy cuenta de que estoy procrastinando y vuelvo al redil más fácilmente. En mi caso el reloj suena cada hora con unas campanadas, pero si estoy en un sitio público y no quiero molestar con el ruido, puede emitir una vibración que me avise.
Por qué es tan productivo que me avise de cada hora
Parecerá una estupidez, pero me obliga a volver a la zona de trabajo cuando estoy fuera, me da la oportunidad de cambiar más fácilmente de tarea cada hora y con cada toque de campana, me voy a la cocina y me bebo medio vaso de agua, algo que antes me costaba horrores. Al terminar la jornada son 4 vasos, casi dos litros, así que cumplir con los mínimos de hidratación recomendados para tener una buena salud es pan comido.
Me muevo cada hora, por lo que la espalda me duele menos y aunque me pareciera al principio que estar levantándome me hacía perder el tiempo, lo cierto es que me ocurre todo lo contrario y al volver, estoy refrescada y me cuesta menos que antes volver al deep work para seguir buscando información sobre cómo en la Edad Media dormían en armarios.
He ganado en salud más que en productividad, y eso que también he notado más eficiencia en el trabajo. Un win win que ya se ha convertido en costumbre y que forma parte de mi día a día teletrabajando.
Fotos | Halt and catch fire, Anabel Palomares (Trendencias)
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